Siempre he sido una persona muy inquieta, con una habilidad innata para soñar, esto me ha aportado más cosas buenas que malas a lo largo de mi vida. Pasé una maravillosa etapa trabajando como diseñador y desarrollador en Zamora que me sirvió para enriquecer mi perfil profesional; gracias a tres pilares fundamentales: investigación, perseverancia y pasión.

Comencé a seguir, a través de redes sociales, blogs y eventos, a otros soñadores, grandes profesionales del sector. Curiosamente algunos de los que me guiaron por aquel entonces ahora son amigos míos.
Un día me planteé si se podría aumentar el nivel de felicidad, entonces me dí cuenta que había llegado el momento de cambiar de rumbo. Resulta que nos pasamos la mayor parte de nuestra vida trabajando, así que pensé que sería un buen reto dejar de cobrar por construir los sueños de otros y dedicarme a trabajar para intentar construir los míos propios.

A medida que pasa el tiempo tengo la sensación que fué algo sencillo, pero recuerdo perfectamente como mis amigos y familiares me decían: «eso no es posible», «cuidado que Madrid es una locura», «vas a perder lo que tienes»… Mi mujer, mis hijas y yo tenemos raíces muy profundas en Benavente y en Camarzana de Tera, así que costó un poco al principio, pero, a día de hoy, creo que fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Si me piden que extraiga una lección de mi «éxodo» particular podría decir que el destino importa poco. Madrid, Zamora, Valencia… lo realmente sustancial es el camino que recorremos, es ahí donde se encuentra la felicidad, donde atesoras la experiencia que te hace seguir creciendo. Creo sinceramente que para tomar este tipo de decisiones es fundamental ser consciente de cual es tu elemento, conocer bien tus habilidades, después sacar de tu cabeza aquello que no necesitas y por último ser humilde y responsabilizarte de tus actos con honestidad.

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