Creo que la creatividad es una parte esencial en el desarrollo personal y profesional. En nuestra etapa infantil, se desarrolla de forma inconsciente cuando jugamos con las ideas sin ningún propósito inmediato sólo por diversión. Como dice John Cleese, jugar por jugar.
Mirando al pasado recuerdo que por aquella época yo aplicaba brotes de creatividad tratando de plasmar mis inquietudes en papel. Con el tiempo fuí ejercitando ese músculo que intercambia entre «modo abierto» y «modo cerrado». No es fácil permanecer en el momento creativo, ese periodo de tiempo en el que sobreexponemos nuestros sentidos, pero es mucho más complicado encontrar el instante para pasar al tiempo de ejecución, al «modo cerrado», cuando tenemos que concentrar todo lo que hemos absorbido para orientarlo hacia un objetivo concreto.
Hoy en día intento que las reuniones con mis clientes, socios o compañeros de trabajo, se parezcan lo máximo posible a los momentos en los que juego con mis hijas. Sé que hay mucha gente que creerá que ir a una reunión con una americana de colores, o con un muñeco, es hacer el ridículo pero puede aportar mucho si se hace con un objetivo concreto.
“MacKinnon mostró, investigando científicos, arquitectos, ingenieros y escritores que aquellos considerados ‘más creativos’ por sus colegas no eran de ninguna manera, en ningún caso, diferentes en IQ que sus colegas ‘menos creativos’. Entonces, ¿de qué forma eran diferentes? MacKinnon mostró que los más creativos habían simplemente adquirido una facilidad para ponerse en un estado particular. Una forma de proceder que permitía a su creatividad natural operar. MacKinnon describe esta facilidad particular como una habilidad para jugar. En efecto, describe a los más creativos en este estado ‘como si fuesen niños’. Porque eran capaces de jugar con ideas y explorarlas no por obtener ningún propósito inmediato solo para divertirse. Jugar por jugar.”
Os dejo el enlace a esta fantástica charla del ex-Monty Python John Cleese sobre creatividad que me ha puesto los pelos de punta. No sólo porque he experimentado en mi propia piel muchas de los conceptos de los que se habla en el video, sino también porque me hace sentir orgulloso de cada piedra con la que tropecé en el camino.
Aunque el video dura bastante, no dejéis de verlo completo, merece mucho la pena.