“Vivimos aceptando la realidad. Mejor dicho, eso que la desidia y los periódicos llaman realidad (…), veneramos a un pensador por la frecuencia de sus fotografías y la repetición de su nombre; medimos el mérito por la fama o por esa falsificación de la fama que es la publicidad (…). Nuestra cobardía y nuestra pereza tienen la culpa de que el mañana y el ayer sean iguales.» Xul Solar


La cita es genial y puede evocarnos el concepto de «entropía», tan bien trabajado por Mihalyi Csikszentmihalyi, para analizar el proceso creativo dentro de la ética del esfuerzo.

La sociedad admira la creatividad. Muchas veces nos preguntamos por qué otros (y no nosotros) generan productos creativos y sorprendentes. La clave es que, muy lejos de la lámpara que se nos enciende casi azarosamente, el proceso creativo requiere una ética del esfuerzo, determinación y conocimiento, con pasos precisos y momentos de enorme soledad con nuestro objeto de conocimiento. La creatividad es el resultado de un largo camino de aprendizaje.

No es la mítica manzana que se cae sobre nuestra cabeza. Cuanto más tiempo dediquemos a una tarea u objeto de estudio, más posibilidades habrá de deconstruirlo y volverlo a armar uniendo diferentes piezas en un proceso creativo.

Csikszentmihalyi, en su best seller “Creatividad. El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención” (1998) entrevistó a más de 90 personas muy creativas (científicos, artistas, escritores, músicos, etc) alrededor del mundo con el objeto de investigar de qué se trata el proceso creativo. En ese trabajo, se elabora una estrategia sobre cómo todos podemos potenciar nuestra creatividad y luchar contra la entropía, el mecanismo de supervivencia inserto en nuestros genes que proporciona placer cuando estamos cómodos, cuando descansamos, cuando podemos conseguir sentirnos bien sin gastar energías.

Dice Csikszentmihalyi que, por lo general, estamos escindidos entre dos series opuestas de instrucciones con las que está programado el cerebro. Por un lado, el imperativo del mínimo esfuerzo. Por el otro, las exigencias de la creatividad. Según él, existen cuatro tipos de obstáculos que dificultan potenciar la creatividad:

  1. El agotamiento por exigencias excesivas. Resulta difícil apoderarnos de nuestra energía psíquica y activarla.
  2. Nos distraemos fácilmente y tenemos dificultad de proteger y canalizar la propia energía.
  3. Pereza. Falta de disciplina para controlar el flujo de energía.
  4. No saber qué hacer con la energía que uno tiene.

La creatividad es un signo de salud, un método para escaparle a la rutina y emprender acciones de magnitud. Sin embargo, para ejercerla, se requiere autodisciplina. No existe el momento de genialidad en sí mismo.

Todo proceso creativo es fruto de un esfuerzo de años de aproximación a un tema. Claro que muy pocas veces conocemos el frustrante y duro camino hacia la invención de miles de científicos y artistas. Siempre nos quedamos con el momento del premio y del reconocimiento (aunque éste no siempre llega).

No seré muy original volviendo a rutinas productivas que conllevan a la ética del esfuerzo, pero que sirva como instructivo para ejercitar la creatividad. La receta consiste en:

  • Hábitos de firmeza: Una vez despertada la energía creativa, es necesario protegerla levantando barreras contra las distracciones, encontrando vías para escapar a las interrupciones y las tentaciones externas.
  • Encontrar tiempo para la reflexión y la relajación: Muchas personas, especialmente quienes tienen éxito desde el esfuerzo, se toman en serio la imagen de “la lucha de la vida” y se sienten incómodas, incluso angustiadas, cuando no están trabajando. Mantenerse ocupado siempre es altamente recomendable. Sin embargo, el ajetreo constante no es una buena norma para la creatividad. Es importante programar momentos del día, la semana y el año para pasar revista a lo que uno ha hecho y lo que le queda por hacer. Pero hay que recordar que la mejor relajación no es no hacer nada, sino hacer algo diferente a lo que uno hace habitualmente.
  • Hacer lo que te gusta: Vivimos en una sociedad donde a veces somos esclavos de los compromisos laborales, familiares o de todo tipo. Para potenciar la creatividad, es necesario hacer más aquello que nos gusta y menos lo que nos disgusta.

La clave es asegurarse de gastar la energía psíquica de tal manera que reporte los rendimientos más altos desde el punto de vista de la calidad de la experiencia y planificar técnicas que organicen el tiempo, el espacio y la actividad, en provecho propio.

En este sentido, recomiendo el serendipity, para descubrir a nuevas personas y nuevos conocimientos, en una búsqueda persistente de experiencias y conversaciones enriquecedoras.

Por Hugo Pardo Kuklinski